El chau astral presiento,
el viento pliega las palabras,
letras inentendibles
en una jaula decorada.
Persianas en las que no entran rayos de ilusión,
mientras como, pienso lo que podría ser.
Prefiero nadar silenciosamente,
patalear a herida abierta,
salir del canal del falso amor,
de aquella sintonía que crea la tibieza.
Con sangre en mis huesos,
un ardor en mi piel,
debo huir religiosamente,
despedirme noblemente.
Hoy, mi religión va a tener que ser el adiós.