Si te dijera que te sentaras a charlar
y me preguntaras otra vez por qué no te elegí,
te respondería con el corazón en la mano
y la mente hecha a un lado.
Te diría que sí te quise,
que te quise de una forma que asustaba,
porque sentía que al hacerlo
iba a perderme en ti.
Tenía miedo…
miedo a dejar de ser yo,
a convertirme en alguien que solo vive de tus latidos,
a seguir los mismos pasos que tantos repitieron antes,
a cometer los errores que juré no repetir,
a herirte sin querer,
como otros también me hirieron.
No fue falta de amor,
fue exceso de conciencia,
fue querer tanto que dolía pensar en arruinarlo.
Por eso no te elegí,
porque sabía que si lo hacía,
quizá me perdería para siempre
en el intento de amarte bien.