Navegando en el fondo de sus ojos,
me encontré, con la miel, de su mirada,
supe que de mi estaba enamorada,
transitando entre sus dulces antojos
Y, con gran beso entré en el torrente
de rojo corazón, tan palpitante,
sus pulsos, me gritaban incesantes,
los deseos de rojo reluciente.
Rosadas sus mejillas delataban
mi presencia interior, de pasión llena,
caminando orgullosa, tan ajena,
de gentes que curiosas nos miraban.
Envidia el embeleso de amor ciego,
de gentes que miraban sin sosiego.
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Dr. Salvador Santoyo Sánchez
15/10/2025