Daniii_Farías

Ese dolor...

 

 

Ese dolor que llega sin promesa,

sin nombre, sin permiso,

y se sienta a la mesa del alma

como un viejo conocido.

 

No pregunta si puede entrar,

solo entra.

No busca consuelo,

solo existe.

 

Parece pequeño al principio,

una sombra leve, un suspiro,

pero crece, se instala en los huesos,

y cada respiración lo pronuncia.

 

Ese dolor tiene memoria,

recuerda voces, gestos, silencios,

las cosas que no dijimos,

las que dijimos tarde.

 

Camina contigo, despacio,

por calles donde ya no esperas a nadie,

por las noches en que el techo

parece más grande que el cielo.

 

A veces se disfraza de calma,

de costumbre, de “ya pasó”,

pero basta una palabra,

una canción, una risa,

para que vuelva a doler igual.

 

Sin embargo, ese dolor,

por cruel que parezca,

también es testigo de lo vivido,

de lo que una vez fue tan nuestro

que todavía arde en el recuerdo.

 

Y aunque pesa, enseña;

aunque hiere, despierta.

Porque solo quien ha sentido el vacío

sabe cuánto vale una presencia.

 

Así, poco a poco,

el dolor se hace maestro,

y el alma, cicatriz.

Y en el silencio que deja

su paso,

florece, tímida, la fuerza de seguir.