Tijuana, 16 de octubre del 2025
Cansado, sí.
Esto de pensarme tanto ya me tiene harto.
Gracias, y al carajo también.
Sin dramas, sin palabras bonitas.
Aprieto los dientes contra tus cadenas frías,
esas que se me enredan en los tobillos flacos,
en los brazos que ya no levantan nada,
en esta cabeza que se tambalea con sus propias dudas.
Pero mira, algún día vas a pagar caro todo esto.
Reniego de temerte todo el tiempo,
de tenerte que imaginar, de esperarte.
Reniego de no saber si llegarás con la cara dura o con algo de ternura.
Reniego de tu lejanía sin cuerpo,
de tu silencio sin olor,
de no poder tocarte ni entenderte.
Te sigo —como un tonto testarudo, lo sé—.
Eres mi destino, mi final,
el apagón de la vida.
Eres la musa de los que no tenemos a nadie,
el deseo de los que cargamos tristeza,
el amante de los que se desvelan por pura costumbre.
Y sí, me gusta el crepúsculo,
aunque sé bien que nunca voy a ver el “mañana”.
Ojalá te lleguen estas bravatas,
porque el día que te me plantes enfrente
no voy a dudar en romperte el hocico,
por andar quitándome el sueño cada noche.
P.D. Todos me preguntan por ti.