Si te dejas llevar,
como el mar a las rocas,
verás cómo el cuerpo se rinde
ante lo inevitable.
Yo no lucho,
solo me dejo caer en ti,
una y otra vez,
rompiéndome en tus costas,
buscando el calor que me hiere.
Tu piel sabe a marea,
a peligro y a calma,
a ese instante donde el deseo
se confunde con el alma.
Y aunque duela,
aunque el amor sea naufragio,
prefiero hundirme en tus brazos
antes que sobrevivir sin ti.
Porque hay amores
que no se viven,
se arden.