En las noches, mi mente es poderosa.
Descansa y al despertar se activa de una forma majestuosa.
Llevo una vida social que se ajusta a mi vida adulta.
Trabajo en lo que me gusta y me ejercito por las mañanas.
Salgo con mis amigos de manera casual.
Mantengo una gran relación familiar.
Realmente soy feliz.
Hasta el despertar.
Mi mente se ha ido,
está muy ocupada y no tiene tiempo para hacerme compañía.
No hay quien la reemplace,
me quedo sola y me siento sola.
Solo queda esperarla horas y horas hasta la cálida noche.
Me desespero cuando se tarda en llegar.
No puedo salir sin ella,
solo me queda esperarla donde se fue.
Leo, me río y pienso.
¿Por qué?
¿Por qué no me defendí?
¿Por qué me trató así?
¿Por qué no me quiere?
¿Por qué dejé que pasara eso?
Y lloro.
Me desvanezco cada vez más hasta que llega nuevamente.
Me cuenta lo hermoso que fue su día y lo hermoso que sería vivir en él.