Fabio de Cabrales

Dignidad primera — Introducción

Volemos, volemos,
marchemos, de a cóndor,
por estas montañas,
mostrándole a Apolo
el canto preciso
de nuestros hermosos
y efímeros vuelos
de pétalos de oro.

Ya que se va la corteza
de la pluma de mi pluma,
de los troncos y la espuma,
vayan todos a la mar,
cóndores hechos de fuego
que dan fieros aletazos
haciendo al cielo pedazos
mientras vuelan, más y más.

Déjenme sobre la nieve
en esta montaña hermosa
donde no vive una rosa,
y menos un ruiseñor.
¡Oh, cóndores majestuosos!
Déjenme a la suerte mía
en esta cumbre tan fría
do apenas calienta el sol.

Cordillera: tu nieve cae
y se envuelve la lira en penas
recordando en su luz escenas
mientras vuelve la vista al sol.
Se convierte en palabra el canto
y se troncha, cayendo en mares
donde ahoga recuerdos pares
con la vista que va al lector.

¿Qué acertada y espléndida llama
se me esconde a través del jardín?
¿Qué memoria se esconde y se inflama
en las alas del luto y del fin?

¿Y qué infame recuerdo revela
esta historia en las lumbres del sol,
cuando al cóndor temblando da suela
al cantar su recuerdo al lector?

¡Oh, gloriosos recuerdos del monte!
¡Oh, gloriosas espadas de olor
que le clavan al rojo horizonte
esta historia de ardiente color!

Entonadme al oído la historia
de Valerio y su luz de bondad.
¡Revivid, muertos, vuestra memoria,
que mi mano la va redactar!

Nube, sol y raíz que canta en manto
las historias de Mantua con honor;
agua, tierra, violenta sangre en llanto,
sombras breves de prístina pasión;

viento errante que llevas por los mares
mi frondoso cantar con compasión.
Mundo vivo, por todos tus lugares
ha de oírse este canto con ardor,

la historia del bravo Valerio, que andante
por turbios caminos perdido marchó,
con grave descuido quedándose errante,
hurtándole luces al mundo y al sol.
 
Con mil dignidades, se esconde, marchando:
¡yo canto su viaje, su noble corcel,
galopes y trinos, de penas cuidando
al ritmo de brujas que engañan sin ver!

¡Ay, Valerio valiente, que todo rompiendo
por el mundo va, libre, con su dignidad!
¡Ay, lujuria del mundo que ataca, riendo,
la visión de Valerio, visión de moral!

Los cultivos, los pueblos, el paso de altivo,
las armadas que suenan de forma brutal:
eso canta mi cítara, aquello que escribo
por visiones y sueños en noche y en mar.

Son los bellos diamantes que cargaba Valerio
los que a muertos levantan con un ruido bestial.
Ese ruido que portan lo llevó al cementerio,
y a los muertos con pena con su luz despertar.

Volando volvamos al canto que cubre mi lira:
entone el acorde con fiero y feliz esplendor
la historia del triste Valerio que penas respira;
empiece y no tarde por gusto del noble lector.

Ya tardé, introducción, por mostrarte perfecta y rimada:
que termine tu noble trabajo y que empiece el cantar
de Valerio y su historia de vívida luz fatigada,
y que empiece mi lira a sonar por primer dignidad...

De la lúgubre tierra se levantan a saltos los muertos,
que despiertan temblores a la lira que empieza a cantar.
¡Oh, cadáveres vivos! ¿Qué requieren, estando despiertos?
¿Necesitan, acaso las linternas con lumbre solar
que a través de los cielos, con la lluvia temblando a conciertos,
escondieron la historia de Valerio y su triste pesar?
¡Recordadme, buscadme la salida al pensar en la historia,
la salida del lúdico espaciado de la ardua memoria!

Cementerio lejano: mientras yo en la montaña paseo,
recordadme la historia de Valerio y su suerte fatal:
¿Tanta rabia cabía contra el joven de vivo trofeo?
¡Tempestad iracunda! ¡De los muertos, entrega el mortal
canto bello que pido de sus voces de pútrido Orfeo!
¡Que recuerden sus almas sus aromas de luz musical
y muestren de Valerio los enigmas y el triste destino,
bondadoso y durmiente, niño en tal dignidad peregrino!

Perdonad que mi mano, por más rápida, fatua y altiva
que parezca, no pueda con mi canto y mi lira seguir:
hoy presento; mañana, continúo y que rápida escriba
esta mano, que inútil se ha guardado por no proseguir
con el canto al momento. ¡Y ay, desgracia del vate de altiva
condición que no puede terminar una octava y seguir…!
Ya se duerme mi lira, que no aguanta seguir soberana
este canto, que bello seguirá al continuarse mañana.