Adoradom

El rescate de la princesa

Un caballero, por el camino va,

Con rocinante grande y bello,

Con armadura invencible,

Dorada, y con elegante semblante,

De buena familia,

Y escudo respetable.

A un castillo llego,

Enorme y esplendido,

Con muchas almenas,

Y cada una con Pendones,

Ondeando al son del aire.

La puerta de madera,

Que el paso corta,

A la muralla,

Muy longeva es,

Muy cuidada,

Y vigilada, se encontraba,

Largo camino llevaba,

Cuando el soldado,

Un permiso me pide,

Un peaje, para poder pasar,

Enséñaselo,

Al guardián de la ciudadela,

Y acceso me da,

En el interior, un mercado enorme,

Encuentro,

Con viandas variadas,

Con mancebos,

Y Mancebas,

Ofertando el producto,

A quien compra,

O no, depende de la persona,

Sea rica o pobre,

O de buen hogar,

Los criados,

Son envidiados,

Volviendo con lo comprado,

Para su señor,

Contento de tenerlo.

Observando en un muro,

Ayuda para buscar,

A una princesa, secuestrada,

Interesándome por cartel,

A un soldado, le pregunté,

Señor, a la princesa del cartel,

¿Qué le paso, y quién la secuestro?

Puede vos, darme esa información,

Contestando el guardián,

Por un largo trasiego,

De árboles y hierba,

Con malvados monstruos,

Y animales salvajes.

Una torre oscura,

Y enorme en altura,

Envuelta de enredaderas, se encuentra,

Con espinas venenosas,

Muchos lo intentaron,

Ninguno volvió,

O muerto apareció,

¿Cree vos, que podrá recatarla?,

¿tendrá el valor suficiente?,

El caballero, indignado,

Le contesto,

¿Poneis en duda mi valor?,

Vos, me pone en vergüenza,

Sin haberlo realizado aún,

Le pido a vos,

Qué, si mi vuelta, es con la princesa,

Ruego me trate, mejor a mi persona,

Y no dudar más de mi valor,

El soldado, hizo el gesto de promesa

Diciéndole, el rey, ofrece la mano,

A quién la rescate,

Entonces, si la encuentra,

Y si trae a mi señora,

Sera mi señor, también,

Y orgulloso estaré, de a sus órdenes estar,

Si tan interesado está,

Vaya a la taberna del pirata,

Y pregunte por trotamundos,

A muchos caballeros, a acompañado,

Pero tan solo él, volvía,

Por una simbólica cantidad,

Todo cuenta, e incluso le acompaña,

Agradeciendo le caballero la ayuda,

El en folleto miro el caballero, la imagen,

Era una preciosa mujer,

Rubia como el sol,

Con los ojos, color del mar,

Dirigiose a la taberna,

Con el Trotamundos contacto,

Todo el conto, con pelos y señales,

E incluso a la aventura,

Se ofreció para acompañarlo.

En la taberna, alojamiento encontró,

Y alba salieron,

Con su caballo,

Armado,

Con dos mulos, cargado de viandas,

Y unas cuantas mantas,

El hombrecillo, llamado Trotamundos,

Aunque pequeño es,

En un asno va montado,

Comenzando el viaje.

Tras una semana,

Y varias noches,

Al bosque llegamos,

A nuestra vista, se observa,

Árboles y maleza,

Dándonos la bienvenida,

Con unos ojos rojos,

Desde el interior,

Invitándonos a no entrar.

El caballero preparose para el evento,

Con su armadura, lanza,

Y espada medieval,

Procede a entrar,

Escuchando ruidos raros,

De animales y brujas,

Risas macabras,

Y alguna que otra rama movible,

Sin viento, por cierto,

Pero a nada temía el caballero,

Continuando viaje,

Espada en mano,

Con su valiente caballo,

Con la cabeza alta,

Poco a poco, fue adentrándose,

Hasta un cruce de caminos,

Donde un lobo de ojos rojos,

La cabeza asomo,

Por detrás de un arbusto,

Muy raro y enorme,

Poseído parecía,

Negro como el azabache,

De su caballo bajo,

Presto a la batalla,

Con espada en mano,

Cuando el lobo,

Un salto pego,

Y caballero, con su espada,

Lo atravesó,

Aunque arañazos, sufriera,

En la armadura, tan duradera,

Sin lesión ninguna,

Desapareciendo el lobo,

Como sí, mágico fuera,

Pensando el caballero,

Si esto es malo, me río,

Continuando camino,

Pendiente y prevenido,

Sobre lo acontecido anteriormente.

Tras salir a un largo prado,

Con hierba verde oscura,

Una torre emerge,

Ante mi vista,

De cientos de metros de altura,

Con una ventana,

En lo más alto,

Una mirada eche,

Viendo una joven,

A la ventana asomada,

Pidiendo ayuda,

El caballero desde el suelo,

Tranquilizarla intenta,

Calmándola,

Prometiendo rescatarla,

De ese infierno.

Observando la torre,

Era tal y como le contaron,

Pensando se quedó,

Durante un rato,

La primera solución, le vino,

Madera corta, y los pies de la enredadera,

Prendió fuego, sin resultado,

Una escalera muy larga,

Construyo,

Pero las púas, La tiraban,

No permitían sujetarla.

Si con el fuego, nada consigo,

Y escalando, tampoco,

Nuevamente pensó,

Mirar a su alrededor,

En busca de una puerta,

Recorriendo el entorno,

Una puerta encuentra,

Formada de puntas de lanza,

Bien afiladas,

Ocultando al valioso,

En este caso, una princesa,

Con una cerradura, muy extraña,

Con palabras, cuyo idioma,

El caballero conocía,

Observando concienzudamente la zona,

Y la puerta,

Encontrando en cada árbol,

Un símbolo mostraba,

[], ][], {G}, X, V y Y,

Anota los símbolos,

Y tras un largo rato,

Sentado en una piedra,

Observando y pensando,

Creyó encontrar varias claves,

Y a la puerta se aproximó,

Comenzó a leer las claves,

La primera, una punta de lanza dispara,

La segunda, otra,

La tercera, otra disparada salió,

Por suerte y de momento,

Resultó ileso,

La cuarta igual,

Y por fin la quinta,

Con tan solo una punta de lanza,

Sin salir,

Y la puerta lentamente se abrió,

Con un ruido tenebroso,

El interior, muy oscuro estaba,

Ni un ápice de luz,

La sangre se me quedaba helada,

Cuando una escalera longeva y de caracol,

Se presentó, ante mí,

No tan solo la escalera,

Una sombra, negra,

Encapuchada,

Con ojos rojos,

Su nombre le pedí,

No me lo dio,

Mano eche a mi espada,

Y el ser,

Me comento,

Caballero, soy bueno con acertijos,

Te concedo tres,

Si no, tu final será igual,

Que todos estos.

En sus pies

Cadáveres tenía,

Unos en los huesos,

Otros aun con carne putrefacta,

Apestaban y gusanos se observaban,

El caballero, le dijo,

Si no quisiera ninguna,

Que pasaría,

El ser, para aclarar,

No pasaras,

E incluso, tu carne me comeré,

Tras matarte,

Y el alma quitarte,

El caballero, acepto,

De mala gana,

El ser, lanzo la primera,

“Es blanco, frágil,

Con corazón amarillo,

O naranja,

Que buenas y espectaculares pitanzas,

Concluyen”

El caballero, piensa,

Al rato, contesta,

El huevo,

Con rabia, el ser se enfada,

Te toca dijo,

El caballero, pensó,

Lanzando el suyo,

Lo acertó,

El ser lanza el suyo,

El caballero, acertado estuvo,

Llego el tercero,

Del caballero,

Y mirando su cota de maya,

Uno creo,

El ser, pensaba,

Dando respuestas vanas,

Incorrectas,

A la tercera respuesta,

El caballero, le dijo,

He ganado,

Tú has perdido,

El ser, más tiempo pedía,

El caballero, se lo negó,

Desvaneciéndose del umbral,

Como por arte de magia,

Con improperios malignos,

Que de nada sirvieron.

Comenzó a subir la escalera,

Llegando a otro lar,

En la misma, otra puerta,

Con un puzle, de cuadros,

Para voltear,

Con símbolos,

Semejantes a los anteriores,

A la mente, le vino,

Colocando por orden,

Desplazándose la puerta,

A un lateral, poniéndome en alerta,

Un oculto pasadizo, se mostró ante mí,

Muy oscuro y tenebroso,

Algo se movía en el interior,

Una sombra negra,

No fiándome, mi espada saque,

Observando el movimiento,

En un momento de descuido,

A la sombra la atravesé,

Una guadaña, por encima de la cabeza,

Me paso, cogiendo la guadaña,

Quitándosela, y clavándosela a sombra,

Desapareciendo convertida en humo,

Dejando a la vista, una puerta,

De madera antigua, siendo la celda,

Que sola se abrió,

Dejando libre a la princesa,

Abrazándome, y pidiendo ayuda.

Bajamos con prudencia,

Y alerta,

Hasta el prado,

Aire limpio respiro,

Los árboles, que negros estaban,

Cogieron su color adecuado,

Llenándose de pajarillos,

Y animales, como ardillas,

Y otros,

Al recorrer el camino,

Con el trotamundos, se encontró,

Al verlos, una reverencia hizo,

Pero mudo se quedó,

Prepararon la vuelta,

Y al castillo volvieron,

Cuando el soldado los vio,

Una doble reverencia hizo,

Al ver a su señora,

Y al caballero,

Que la promesa cumplió,

Al rey se le comunico,

La llegada de la princesa,

Raudo con la Reina,

A recibir a la princesa, bajo,

Sus ojos no creían,

Que allí estuviera,

Agradecimiento al caballero,

Le mostro,

Levantándolo de la reverencia,

Ante sus majestades,

Una fiesta se formó,

Con juglares, cíngaros y demás,

Muchas personas vinieron,

Mesas enormes, llenas de viandas,

Y vino aguado,

Sobre todo, alegría,

Durando varios días,

Tiempo para conocerse,

Caballero y princesa,

El amor salió a flote.

El rey la llamo,

Dándole la opción,

Para elegir al caballero,

Aceptando la misma,

Pasando dos días,

Las nupcias se celebraron,

Uniéndose en matrimonio,

Y fruto de la unión,

Un heredero dio,

Sano y fuerte.

Y de la torre,

Nada más se supo,

Prohibiendo el acceso,

Incluido hablar de ella,

Ahí escondido,

Y olvidado,

Con el tiempo,

Ningún incidente hubo,

Nunca jamás.