liocardo

LAS SAETAS DE CRHONOS IV (relato)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nos nutrimos de experiencias vitales rindiendo culto a la existencia y haciendo crónica de las vivencias y observaciones.”

 

.../…

 

 

 

Notó el desequilibrio y en el abandono a sus reflejos se asió con presteza a una recurrente falacia.

 

Luego me contarás que soy la siempre asequible voladora, e instilarás en mi oído melifluas palabras de ese lenguaje embaucador de poeta girondiano en el que te envuelves para turbar a tus víctimas continuó acusadora—: muchachas desprevenidas que caen como moscas en tu tela tejida de de una melódica retórica declamada en rima libre. Como el mismísimo burlador eres: promiscuo, infiel e insensible.

 

«Pues largo me lo fiais», le cruzó por la mente como las póstumas palabras recordadas de un general que veía en serio peligro el ala más vulnerable de la línea en retaguardia que cubría las tropas en el frente. Debía reforzarlas sin perder la superioridad en la vanguardia: dio la orden de carga de caballería.

 

No me parece nada correcto, disculpa que te diga. Me evalúas a través de nuestra conducta que representa un personaje con su necearía manera de ser. Es la magia de la interpretación. En la página represento al avatar al que se debe mi nombre: Semyazza alegó con descaro en su descargo—: el líder de los ángeles enviados a La Tierra para dar testimonio de la palabra divina e instruyéramos a sus criaturas para alabar a Dios. Salvo que tan bien nos encontrábamos que nos abstuvimos de regresar, quedando por castigo aquí exiliados, habitando la materia, exentos de los eslabones de las cadenas del tiempo pero dependiendo de la limitación de la carne; que a su vez es un vehículo conductor de energías desde el plano del desconocimiento; el misterio; la incertidumbre; la angustia de lo inexorable; distinto al espiritual, pero en comunión con ella: con la conciencia universal suprema y sus entes actuantes; es una experiencia inalcanzable para los dioses. Él no lo entiende. La maravilla es conquistar el paraíso momentáneamente. Por eso mi condena es vivir en medio; sin principio ni fin. Viendo pasar las vidas como las sombras. Por no desairar un juramento no prometo amor eterno. Las he visto morir de tiempo agotado; los recuerdos también se desvanecen como eufónica rapsodia narró la tragedia tan mística que asemejaba provenir de lo más primigenio de la vida—. Las humanas; nos enamoramos de ellas y fueron la razón de nuestra deserción. Mi sino es seducirlas: por los siglos venideros. Así lo elegí y no me arrepiento.

 

Va a ser que de sentimiento me entran ganas de adoptarte emuló la camarera secarse una lágrima. Él prosiguió en el trance ajeno a la ironía:

 

Por cientos se contaron los renegados, comandaban en mi grupo Azazel y Kokabiel bajo mi mando. El primero fundó un antro llamado “el infierno” , y se dedicó a la venta de almas al por mayor: las compra en el primer mundo a precio de saldo y las vende con usura a los espiritistas, magos y hechiceros por todo el mundo. Se cambió el nombre por el de Satán; cuestión de marketing . A Kokabiel lo vi por última vez entrando en una casa del opio en compañía de algunas damiselas veleidosas. En cuanto a mí, ya ves: sigo fiel a mis principios. No obstante puntualizó—, ser promiscuo no es oprobio, sino provecho.

 

Acabó de un último trago el resto de la cerveza.

 

¿Me pones un licorcito que ya me pesa un poco tanta cebada, encanto? le sonrió. Un... ya ves, un tubito de éste, el de la etiqueta negra… sin hielo, por favor.

 

Al servirle ella la copa, y sin darle tiempo a devolver la botella tomó un sorbo para mojarse los labios y le inquirió:

 

¿Sabías que por esa razón inundó JHWH la tierra?

 

¿Y no te ahogaste? fingió preocupación. Pero la encandilaba su imaginación.

 

Los ángeles somos alados dio por axiomático—. Fui yo quien llevé la rama de olivo al arca. Lo hizo para exterminar la simiente de los insumisos le aclaró—. Y es que, a menudo le dan esos arranques de ira incontrolada. Es normal; padece de todas las polaridades: omnipolar, supongo. Sucede que le está crudo agarrar a un psicoanalista por allá, porque los argentinos no van al cielo.

 

¿Ni los buenos?se interesó.

 

No, ni esosse ratificó irreductible en la negación.

 

¿Y a dónde van entonces?picó en la curiosidad.

 

A la concha de la lora.

 

 

 

 

(continuará)