Me quedo en silencio cuando la calumnia azota,cuando su látigo invisible desgarrala piel tierna de mi alma,y mis valores me atan las manos.
Nadie vio cómo encendía sonrisas ajenas,cómo regalaba luz en cada gesto olvidado.
Ahora soy solo un hombre que se levanta,que camina hacia el trabajo con pasos de autómata,
que prepara recetas sin sabor para el día,mientras el rostro antes jardín
se ha vuelto piedra sin flores.
Extraño al que fui:
ese que comprendía con brazos abiertos,ese que vestía la investidura del amor como un traje hecho de ternura a mi medida .
Pero la calumnia es polilla persistente que roe la tela de quien soy, que devora, puntada a puntada,
lo que tanto costó tejer.
Y aquí estoy, con la mirada al cielo,
rogando en el silencio de las noches,
esperando esa mano divina
que atraviese las nubes de este infierno, que me recuerde que aún bajo los escombros late un corazón que no ha olvidado cómo era la luz.
Porque aunque me hayan quitado la sonrisa, aunque juegue a ser lo que ya no reconozco,
todavía ruego y eso es resistencia,
todavía espero y eso es fe,
todavía respiro y eso, quizás,
sea el comienzo de volver a mí.