Hector Augusto Cuestas Venegas

Doceario del tiempo

Siempre estuve inmerso en ti,
viajando a ciegas al compás de tu oleaje.
Y hacia el mediodía de mi existencia
fui descubriendo tu paso vertiginoso.

Ahora, cuando el sol del ocaso
tiñe de dorado mi alma,
te veo y te siento como lo que eres,
ese sordo tren que nunca se detiene.

Dime tú que sólo hablas con tu silencio,
no sé hasta qué paraje me llevarás.

Tu viaje no cesará aunque yo muera
y hace décadas mi mediodía quedó atrás.