¿Qué es esta ráfaga, extrañada y sola,
de viento que perdida
en su rumbo divaga?
Huérfana se ha quedado, nada aviva
su soplar refrescante,
que entre tanto bochorno fantasías
al asentado induce
al süeño profundo. Las estrías
sudorosas resbalan por el cuerpo,
enjuagan de perfidia
y pesada sustancia
nuestros hombros, dejando la porfía
— y nos llaman osados —,
de los céfiros fresca compañía
a merced del azar.
Donde se halle un momento de tranquila
calma, o en indeciso
de tormenta fragosa — nunca esquiva,
siempre puntual a la época
que es del año famosa —, nos incita
a cobijar con gozo nuestras almas
al seno de la brisa
que con las ansias tanto se recibe.
Todo por ser divisa
del alivioso instante,
do el calor reivindica
desde el cielo turquesa su reinado.
Con bravura crepita
las sienes con su poderío, agota
el placer, y los ánimos derriba.
Mas todo este delirio,
este enjambre de rayos que mal pica
a la faz de la tierra...
Parece que la vista
vuelve a ver acercarse a la envïada
del cénit la altiva
empresa, envolviendo
— de cuando en cuando, fina
y más veces estrecha —,
el mudano terreno. ¡Algarabía,
pronto caerá la noche,
y sus múltiples hordas glorifica
a los ardientes mártires
de la época vencida!