Tu mano rozó la mía
como quien toca el recuerdo;
yo fingí mirar al cielo,
tú fingiste ver el suelo.
Pero en el aire temblaba
una música secreta,
como si el alma dijera:
Ya nos amamos, ¿recuerdas?
No hay palabras, ni motivo,
ni razón para el temblor;
pero el destino, furtivo,
repite siempre su amor.