Soy lo que aprendí del silencio,
de las veces que el mundo habló y preferí callar,
de los días en que el alma dolía,
pero igual me levanté a mirar el amanecer.
Soy lo que aprendí del adiós,
de dejar ir sin entender por qué,
de amar sin tener y recordar sin querer,
porque todo lo que duele también enseña.
Soy lo que aprendí del error,
de tropezar con la misma piedra
y aún así seguir creyendo
que siempre hay un motivo para intentar.
Soy lo que aprendí del tiempo,
ese sabio que no se apura,
que me mostró que crecer no es cambiar,
sino aceptar las raíces que tengo adentro.
Y soy, al final, lo que aprendí de mí,
de mis sombras, de mi calma,
de la vida que no siempre fue justa
pero siempre fue mía.