jesus alberto porras

Girasol de Fuego

 

 

Radiante como el sol, un bello girasol

giraba en su danza dorada,

con una sonrisa que encendía el aire

y hacía que todos volvieran el rostro.

 

Sus ojos, azules como un océano sin puerto,

me cautivaron —

eran el mar llamando a la luna,

cuando ambos se arrullan

en un amor eterno y sagrado.

 

Su belleza, imposible de medir,

era ternura hecha carne,

un suspiro que abrazaba mi alma

y dejaba en mi piel

la huella ardiente de un amor sin olvido.

 

Su aroma llenaba el espacio,

una fragancia que no cesa,

que queda suspendida

como un verso en el aire del recuerdo.

 

Y aún hoy, cuando el sol declina,

su luz me busca,

porque en mi pecho florece

ese girasol de fuego que lleva tu nombre.