_Resiembra del alma_
Volví cuando el sol cantaba y el monte olía a rocío, la finca me abrió sus brazos, como esperando un suspiro.
Las matas viejas temblaban, las hojas pedían ritmo, y un colibrí, en su vuelo, dibujó un nuevo principio.
Cavé con manos descalzas, como mi padre de niño, y en la tierra vi su sombra, guiando mi propio ritmo.
No sembré café ni caña, ni tabaco, ni camino: sembré recuerdos y nombres, de los que fueron mi abrigo.
Sembré la risa de madre, el canto del hermano vivo, la paciencia de mi abuela, y el sol de aquel paraíso.
El viento alzó su bandera, y el río volvió su brillo, los pájaros repitieron, el himno de lo sencillo.
Entonces supe, en silencio, que nada muere del todo: lo que se ama con el alma, renace en cada retorno.
Y juré ante el cielo claro, que si el destino lo quiso, seguiría cultivando la finca de mis motivos.
Ya no temo al abandono, ni al surco sin colorido, porque hay raíces que crecen, más allá de lo perdido.