Sentado en la inercia
de un escritorio virtual,
navego absorto
por la nube
tácita de los deseos.
Sonidos cibernéticos
almacenados por miles
en bases de datos
se orientan inquietantes.
Iluminado
por la ventana celular
siento a la mañana a mis pies,
en un ejercicio
que no tiene tiempo,
ni espacio:
El interruptor es frío
y un miedo
-poco a poco-
se apodera de mi piel.
Lo que sigue,
son copias,
descargas, iconos,
click, que formatean
el nuevo mundo.