Sentimiento a flor de piel,
de ese que arde sin quemar,
que llega sin aviso
cuando los recuerdos
deciden tocar la puerta
de mi alma, sin pedir permiso.
Tu amor se fue,
pero aún vive en mí.
Como si hubieras negociado
con mi destino
ser parte del paisaje diario
de mi existir.
Te encuentro,
aunque ya no estés.
En la brisa suave
que me besa los labios
como tú solías hacer,
en la mirada pura
de un niño sin malicia,
en la risa de dos enamorados
que aún no saben de despedidas.
Allí estás.
En todo y en nada.
En el silencio y en el ruido.
En las páginas gastadas
de mis memorias,
en las esquinas vacías
donde antes habitabas tú.
No sé por cuánto tiempo
te quedarás anclado
en mi sentir…
aunque la verdadera pregunta es:
¿algún día podré olvidarte?
¿O será que algunos amores
nacen no para quedarse,
sino para vivir eternamente
en el eco de lo que fuimos?