EL CHE, INMORTAL
(Juan Carlos Ayala)
De un lujurioso pensar humanista
y revolucionario nació tu
conciencia social inmune
a la vanidad, delicada de
insomnio por pensar en
el oprimido.
No te importaron las penurias
a pasar ni la geografía;
toda comodidad te sabía
incomoda; cambiaste un
Ministerio por África y la Quebrada
Del Yuro, ese lugar, donde
los grillos te cantaron al oído
Las Casas de Cartón en cada
atardecer de tus agotados pasos.
Donde tu asma estuvo al acecho.
Donde tu mirada rebelde
vio fijamente al Ranger
y le dijo: —yo soy el Che—…
En la Escuela de Higuera
filosofaste con la noche;
esa noche, tus recuerdos
se fugaron mil veces y hubo
espacio para todos.
Che, quién dice que moriste,
en mi desborde de imaginaciones
te ubico a mi antojo:
te escucho caminar
por la Cordillera de los Andes;
denunciar el hedor azufre en
las Naciones Unidas; pronunciar
discursos en el caribe; tu larga
y desordenada melena golpetear
el pecho de quien te porta.
Tus captores murieron, claro
que sí, mas un hombre como
vos no muere: tiene esa
terca costumbre de seguir
naciendo: cada batalla
por la justicia en el mundo
toma tu figura y sigues
naciendo.