Tarde en el campo llegaba la noche
esa suave brisa que daban ganas
de un café caliente para entrar en
calor, la doña del lugar me llamó que
me sentara a la mesa, y yo muy feliz
porque la cena fue tan sencilla que
hubo de todo: queso, carne ahumada,
plátano y otras cositas más.
Ellos disfrutaron del marisco que llevé
y lo mas bonito fue ese placer de disfrutar
la belleza del campo y de escribir lo bello
del atardecer.