Amar bonito es una manera elegante
de molerse los dientes.
Te dicen que el amor te mejora,
pero en verdad te pule a la fuerza,
como si ser mejor fuera
perderte de ti mismo.
Ahí estás,
mirando la tele a la una de la mañana,
con el plato sucio al lado,
pensando que el silencio
pesa más que los ronquidos.
Te ríes,
porque al final uno se hace a eso:
aprende a quererse torcido,
a curarse con la misma herida que lo jodió.
Y aun así,
te sientes pleno,
feliz de haber escogido
a la persona que te desarma,
pero te deja más limpio por dentro.
Dios… cuánto la amo,
aunque eso implique
molerme las bolas con la conciencia.