Fantasía liberar la oscuridad,
no hay batalla final contra el dolor.
He aprendido a esperarlo.
Caos espinoso, el error, el engaño:
ya marchan hacia aquí.
Muros, la inconsciencia, un escudo de humo,
apenas defienden mientras me esconda.
Dejemos que el tsunami nos inunde,
que arribe y se retire a su manera.
Tras la exposición: ruidosa y mojada
se crea un archivo de cicatrices;
de él se puede bosquejar un manual
para postergar —más nunca abolir—
el azar del retorno.
Ante todas las formas de tristeza,
eludirla: la estrategia más sabia.
Pero muchas especies
emergen de raíces inevitables.
Entonces, queda inhalar hondamente
y esperar un vivir tras derribar:
naufragar las mareas,
hasta alguna orilla desconocida.