Adrian Alfaro

A la distancia de tus ojos, Alejandra.

A veces pienso que tus ojos
serán el último amanecer que vi sin saber que era el final.
Desde entonces, todo lo que miro
lleva un tono de azul que se disuelve,
como si el cielo se hubiera cansado de ser cielo
desde que no puedes mirarlo conmigo.

Hay días en que juro escucharte respirar entre los silencios,
como si el viento guardara tu nombre
y me lo susurrara cuando más duele.
Pero solo es el eco,
ese cruel imitador de tu voz
que me recuerda que hasta el aire puede mentir.

Tu ausencia se ha vuelto un idioma,
una lengua que solo entiende la soledad.
He aprendido a hablar contigo
sin tenerte,
a mirar al vacío y encontrar tus gestos,
a besar la nada con la fe de un loco
que aún cree en los milagros perdidos.

Alejandra
¿Cómo se escribe el amor cuando el papel tiembla?
¿Cómo se abraza la distancia sin quebrarse los brazos?
Yo lo intento cada noche,
y solo logro que el sueño huela a ti,
y despierte entre lágrimas.

Te juro que si tus ojos me miraran tan solo una vez,
el universo se reordenaría,
los relojes pedirían perdón
por habernos separado tanto tiempo.
Pero no sucede.
El tiempo sigue siendo el mismo verdugo silencioso
que me arranca tus días, uno por uno.

Así que te dejo aquí,
entre estas palabras que ya no esperan respuesta.
Porque amar a la distancia
es escribir cartas al viento,
y esperar que algún suspiro perdido
te las entregue en la madrugada.

Yo seguiré queriéndote y amándote en la distancia, Alejandra,
desde la orilla donde termina la esperanza,
donde el amor se pudre de tanto esperar,
y solo quedan los ojos cerrados
y el recuerdo de los tuyos…
mirándome, por primera vez.