No dejes de mirarme, tras latidos,
vayan cubriendo este silencio meso
y tu boca ardiente, me tenga preso,
de jugosos e impetuosos gemidos.
No dejes de mirarme, tímida alma,
deja a prendas, con necia resistencia
que caigan vencidas a mi insistencia,
premonición de mi acabada calma.
Palpando a tientas tu cuerpo expectante,
deambularan mis manos versadas,
buscando triunfantes ser laureadas,
por zona íntima, cálida y fragante.
Sensibles y firmes mis dedos sabios,
aparcaran a la preciada zona,
pilar de deseo, carne detona,
marcha de mis apasionados labios.
No dejes de mirarme, con sonrojos,
al admirar aquel preciso instante,
el reflejo sublime en mi semblante:
tu placer y mi boca, hasta tus ojos!