Ellos, y nosotros, saqueadores de la belleza;
dioses y semidioses del mundo, espejos
de todo lo que somos:
esclavos de esclavos,
deformantes,
codiciosos,
cómplices.
Vacíos.
CIEGOS.
...Y ya ciego ocurre que sentado frente al mar de nuestras costas atlánticas escucho lo que éste y durante siglos se ha cansado ya de decirnos: Alcanzo oír los pensamientos sordos de la gente que pasa a mi derredor con la mirada gacha, silenciosa y pensativa, observando la tierra que pisa, signo inequívoco de que no hay miras lejanas, aspiraciones ni deseos de cambios: Es la aceptación de un todo que ha sido preparado a espalda y a conciencia frente a nosotros con la seguridad que implica saberse con inmunidad e impunidad total. Y es difícil entonces, muy difícil, no sentir el silencio cómplice y aniquilante que rodea y cubre a la hermandad del asfalto.
Sabemos, pero no podemos. ¿O quizás es que podemos pero no sabemos?.