Nescafé anuncia sueldo para toda
la vida, me apunto la fecha, el uno
del uno del veintiseis, comprobaré
si algún dios está de acuerdo con
que disponga de esta ganga cuando
hay tanto muerto de hambre en el
mundo —no sería justo y no amo
la injusticia sino todo lo contrario
pero el mundo, dicen, que es injus
to —no lo creo——.
Dejo de soñar la serendipia de ganar
lo y me sujeto los pies al suelo, como
siempre, buscando un punto de apoyo
a mis albertadas, a mi imaginación des
bordante, y miro la ventana, certifico
que el mundo sigue ahí fuera, tráfico
latiendo como si fuera este, y no otra
cosa, el corazón verdadero de una vida
artificial, ciudadana, industrial, y el se
gundero que aunque mi reloj de cabe
cera se rompa sigue avanzando inexo
rable...
Para lo de Nescafé queda tiempo, antes
le toca a la lotería de navidad, de la que
ya he encargado un décimo, de esos de
veinte euros...
Llevo sin echar suertes hace unos años,
me cansé de la primitiva, y estoy volvien
do porque tengo una ilusión...
Nunca me ha tocado nada importante,
solo premios menores, de esos que no te
mueven a pensar en cambiar nada de lo
que concierne a tu zona de confort, nada,
total..
Mi suerte está echada, como la de aquel
César del Rubicón, y es una suerte grande,
como un universo inmenso y bien ordenado.
Sigo tomándome el café y cambio el tercio.