La Hechicera de las Letras

La musa se ahogó en su propia sangre.

La musa se ahogó en su propia sangre.

 

 

Mira el creer que el verso llega eterno,
como si pariera la mente un sol;
más hoy se descubre mendigo alterno,
con pluma tan sosa como un farol.
Manos imploran, buscan poesía,
desconocen el pulso que regía.

 
Enjuicia con cara de gran profeta,
rasca la barbilla con gesto ruin;
la musa no te esculpe su silueta,
dejando estéril en el torpe fin.
Eres monumento de falsa gloria,
fraude tembloroso sin una historia.

 
Escribe retazos con aire muerto,
titulando “poema” a gris basura;
el talento pudre su desconcierto,
sin ver que la forma es simple locura.
Tu nota es un guiño de letra corta,
una lira sin alma, cero aporta.

 
El tedio te observa con ceño frío,
páginas gimen de puro barullo;
quisiste fingir un poder tardío,
mas todo quedó en cliché de capullo.
El arte te aborta sin compasión,
pariendo un feto atroz sin redención.

 
Presumes que sufres por ser artista,
¿Excusa la cruda el mal bebedor?
Te inventas fábulas de gran purista
pero solo exhibes tu deshonor.
La lírica ríe de tu tormento,
no hay mártir, solo pena y puro cuento.

 
El búho declama con gesto altivo
las verdades robadas al falsario;
la noche lo aclama en falso motivo,
mientras recita un guion centenario.
Sus ojos destilan sabia impostura
no es más que un loro fingiendo cultura.

 
Así termina la mente vacía,
manchando la tinta sin vocación;
la pluma se oxida, la voz se enfría,
no queda ni rastro de inspiración.
El mundo prosigue sin tu estertor,
ya nadie llora, un embustero autor.

 

 

La Hechicera de las Letras.