Cayó la lluvia y empapó
la tierra que supo absorber,
se llenó de vida el bosque
hasta el nuevo amanecer.
Arde en violeta su manto,
nutre con quieto vigor,
Lepista de tono vivo,
vestida para el buscador.
Te miro y quiero tenerte
con tu brillo singular;
eres en plato un sueño,
eres un manjar sin igual.
Me gusta tu olor silvestre,
tu sabor y tu crecer,
y el aroma que regresas
cada otoño otra vez.
Que otros, tan sosos y ciegos,
conozcan tu simbiosis y poder,
tu dulce y único contraste,
dulce mimo a la sartén.
El calor es tu consagración,
el punto justo de cocción,
fuego lento que transforma
lo que fue riesgo en sereno.
Ya neutralizada, cual colmenilla,
como otro pez en la mar,
la clave no es el atrevimiento,
sino el saber respetar.
Quien no conoce, que no arriesgue;
quien no sabe, debe esperar.
Disfruto al fin de este plato
que tuve el valor de hacer,
con los años de cariño
y el oficio del saber.
Esto no es suerte ni juego,
es cocina y es poder.