Estando despierto, desperté,
y vi cómo mis fuerzas se agotaban.
Sin necesidad de un porqué, ni pregunté.
Solo callaba al querer gritar,
y pensaba al querer hablar.
Tenía voz, tenía lengua,
mas aun así, solo musitaba.
Con razón, pero buscando qué razonar.
Era una total desesperanza,
junto al consuelo de una voz
que llega del cielo para decirme:
“Espera.
Vuelca tus fuerzas a la fe,
y serás sellado.”