Y saber que mientras escribo puedo morir. La única ventaja es que simplemente no lo sé. Opto por aprovechar un tiempo que no dimensiono, me arrullo en la serenidad y permito que el caos llegue, pero a la vez salga y desaparezca. Nada controlo; el universo es tan inmenso que ni sumando todas las manos y brazos podríamos dominarlo, apurar y forzar nos hunde en la ansiedad. Solo queda confiar y permitir que la fluidez del destino traiga lo que nos pertenece. ¡Qué complicado es vivir en perspectiva hacia una felicidad final! Cuando la misma es como el dinero que se suma y se resta en el tiempo, todo va y viene, subimos y bajamos, reímos y lloramos. No termina en un destino ideal, ya que en cualquier momento te bajan del tren y si el haber supera el debe, simplemente viviste feliz.