Freddy Kalvo

La ardilla, el cerdo y la abeja

Cierto día en el invierno

de paseo fue la ardilla

por los campos anegados

sin saber qué encontraría.

 

Pero claro, ella buscaba,

su alimento preferido:

nueces, frutos y verduras,

al andar por el camino.

 

Y de pronto vio que un cerdo

en el lodo se encontraba

disfrutando de aquel limo

con marcada tolerancia.

 

Se quedó muy asombrada

cuando al cerdo vio dormido

en el cieno putrefacto

y embarrado hasta el hocico.

 

Se acercó muy quedamente

sobre secas hojarascas

pues quería preguntarle:

—¿Y por qué el limo le encanta?

 

Se entabló aquella tertulia

de la ardilla con el cerdo,

y aquel petigrís no supo

por qué el cerdo estaba puerco.

 

Y le dijo el visitado:

—Yo disfruto donde vivo

la costumbre es favorita

y disfruto convencido.

 

Y la ardilla sorprendida

quiso pronto convencerlo

se saliera de aquel fango

y habitara un mundo nuevo.

 

La propuesta trajo enojo

de aquel cerdo hacia la ardilla

que se fue por el camino

pensativa y aturdida.

 

Y al andar por el sendero

la ardillita meditaba:

—¿Y por qué el cerdo no entiende

que vive en una sanguaza?

 

—¿Quién lo tiene adormecido,

quién la mente le enajena?

—¿Y así vivirá por siempre,

hasta que la muerte venga?

 

Y se apareció una abeja

cuando iba por el camino,

que al mirarla pensativa

muy enérgica le dijo:

 

No discutas con porcinos

que es inútil que comprendan,

si por calles y avenidas

las boñigas son su avena.

 

—Y los cerdos por natura,

creo nunca han de cambiar

y que dudas no te quepan,

que en el fango vivirán…