Buenos días, saludó amablemente,
mientras contaba un fajo de billetes.
Me sorprendió mirando sus aretes
al levantar la vista, de repente.
¡Qué rojos son sus labios, qué mirada!
¡Qué bonito lunar junto a su boca!
Pensé decirle lo que me provoca
pero mi lengua se quedó anudada.
Me sacó de mi ensueño la cintura
con su diario dolor, la pantorrilla
que sufre ya un calambre, la rodilla
que se niega a doblarse con soltura.
Y para hacer más grande el desconsuelo
la bonita me dice ¡Adiós, ABUELO!
(Y a lo aprendido apelo:
es hermoso vivir lo que he vivido,
sonreír a pesar de estar dolido)
Derechos reservados por Ruben Maldonado.