Un inesperado momento…
en un día tan gris para recordar.
No solía ser así,
un 6 de octubre siempre terminaba en desolación,
en mucha nostalgia,
pues conmemora aquella tragedia a la que tuve que sobrevivir.
Pero hoy, después de 45 años de haber soportado tanto dolor,
hoy me siento en paz,
en un estado de armonía,
como si la amargura si hubiese cansado de lastimar,
como si la pena se hubiese transformado en cariño maternal.
Por fin puedo ver la claridad después de tanta oscuridad,
y aunque la añoranza aún deambula en el ambiente,
ya no es tan punzante como ayer.
Miro al infinito y siento que el desvelo que tuve que resistir…
va desapareciendo en la inmensidad de lo astral.
Hoy amanecí distinto, con la mirada iluminada…
y el corazón latiendo con toda su pasión,
el vacío en el que existía…poco a poco se va diluyendo,
y ya no me invade ese deseo por morir.
Después de tanto tiempo de no querer aceptar,
puedo confirmar que el propósito final se va a cumplir…
que el sufrimiento más intenso nos fortalece el alma…
para poder tener el valor de continuar…
y guiar los pasos de los que vendrán.
La más intensa ofrenda de ese afecto …
es sacrificarnos por quienes amamos…
y permitirles gozar de un mundo mejor.
Y a pesar de llevar marcada la insufrible herida de tu partida,
quiero, en este melancólico día, elevar mi oración al cielo…
y ofrendarte una lágrima de gratitud…
por tu infinito amor eterno...Madre querida.
El día menos pensado nos volveremos a encontrar,
mientras tanto… seguiré alumbrando el camino de mi otro amor.