cuando tus ojos me miran, calla el mundo,
se detiene el ruido, respira la calma,
y en ese instante profundo,
mi alma toca tu alma.
No hacen falta palabras ni promesas,
solo el roce suave del existir,
tu presencia basta, tu pureza
me enseña, sin decir.
El amor no grita, ni exige, ni duele,
es un río sereno al fluir,
es saber que el otro nos duele
solo por vernos partir.
Y así, entre sombras y auroras,
en la eterna danza del sentir,
descubro que amar, sin horas,
es simplemente… vivir.