En ti no busco juramentos.
No necesito palabras que hablen del mañana
ni promesas dichas al oído como si fueran eternas.
Lo nuestro no tiene la forma del “para siempre”.
Tiene la forma del ahora.
Porque en ti no se ven promesas,
se sienten pulsos.
Latidos que no juran quedarse,
pero que mientras laten lo hacen con toda su fuerza.
Y hay algo hermoso en eso:
en no necesitar certezas,
en saber que la verdad vive en cada instante,
en cada mirada que se detiene,
en cada silencio que arde sin decir “te espero”.
Quizás mañana todo cambie,
quizás nos volvamos desconocidos.
Pero hoy, aquí, contigo,
hay un latido que no se disfraza del mañana,
que no necesita un nombre,
que no se promete nada…
y, aun así, lo dice todo.