La luna buscó un amigo
para jugar al brillar,
halló un gato muy tranquilo
que dormía en el pinar.
“Ven conmigo, gatito suave,
a pintar mi resplandor”.
El gato movió su llave:
un maullido soñador.
Desde entonces cada noche
la luna baja al jardín,
y el gato, en un broche,
le dibuja un violín.
Y el gato con luna llena
al patio se fue a jugar
y al ver que estaba serena
la quiso el gato abrazar.
La luna al mirarlo inquieto
su luz le dejó caer
y abrazó al gato coqueto
llegando el amanecer.