No te aferres al pasado,
porque el tiempo nunca mira atrás,
y aunque la memoria lo llame,
él sigue su curso, sin escuchar.
El ayer puede ser un refugio,
pero también una prisión disfrazada,
y quien vive mirando su sombra
olvida que la luz está en la mirada.
Hubo risas, hubo llantos,
hubo amores que fueron fuego,
y promesas que se durmieron
bajo el polvo del silencio.
Pero todo eso, aunque duela,
fue parte del camino que te hizo ser,
y aunque el alma aún se conmueva,
no todo lo que amamos debe volver.
No te aferres al pasado,
porque el río no regresa a su fuente,
y lo vivido no se repite,
solo enseña, suavemente.
El dolor también florece,
cuando se acepta sin rencor,
y los finales, aunque hieran,
dan paso a un nuevo color.
Dejá que el viento lleve tus miedos,
que el sol seque tus heridas,
porque cada despedida,
es un renacer de vida.
El pasado es un libro leído,
sus páginas ya fueron contadas,
y si lo volvés a abrir mil veces,
solo perderás las jornadas.
Mirá al frente, caminá sin miedo,
porque el presente es tu regalo,
y cada paso que das hacia el cielo
te aleja un poco del pasado.
No te aferres al ayer,
ni al amor que se quedó dormido,
porque el corazón que aprende a soltar
es el que realmente ha vivido.
Y si alguna vez el recuerdo insiste,
abrígalo con ternura y gratitud,
porque lo que fue te dio raíces,
pero lo que viene… te dará plenitud.
No te aferres al pasado,
dejá que el alma se vuelva viento,
que todo lo vivido fue enseñanza,
y todo lo que llega… será un nuevo intento.