Todo comenzó con una imperceptible calentura,
orejas coloradas, sudoración incómoda
que ha manchado su vergüenza.
Incrementó la palpitación de su corazón,
en su estancia la mortifica
un deseo pertinaz
de un no sé qué.
No cabe dudas que algún virus
contagió su dócil estructura.
Su descuido la dejó predispuesta
a la silente agresión.
Su sistema inmune
no fue capaz de resistir
el embate invasor.
Ella quiere entender
por qué siente lo que siente,
su corazón y cerebro
se han entrelazado.
La genética que la arropa
no parece capaz de ambientarse
al ente infeccioso.
Busca desesperada respuestas
a niveles multifactoriales
o evolutivos.
Esta enfermedad
no tiene una sola causa,
es el resultado de la intersección
primitiva de locura y euforia.
Tanta ciencia y avance
que no llevan a nada,
solo le queda aceptar
y morir de amor.
04-10-2025
Derechos Reservados