Título: Costa Nuestra.
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Caracas, Venezuela.
Derechos reservados de la autora.
El mar no suspira: jadea.
Respira con esfuerzo,
como quien arrastra los restos de un país
hasta la orilla.
No trae solo algas:
trae zapatos rotos,
nombres sin tumba,
rostros que el agua no devuelve.
La arena no es sol molido:
es lecho de huellas que se borran,
cuna de exilios,
alfombra de esperas.
Aquí duermen los que se quedaron
con un país doblado en cuatro
dentro de una maleta.
Las piedras no son testigos:
son muelas que mastican la historia.
Guardan el eco de disparos,
el grito que no llegó a consigna,
la rabia que se ahogó en espuma.
Cuando la marea se retira,
cantan con dientes rotos.
El sol no guía: castiga.
Quema la piel de los que hacen cola,
seca la esperanza en los charcos,
alumbra, cruel, la hilera interminable
de los que buscan sombra
y encuentran silencio.
La espuma no acaricia: escuece.
Es baba del mar,
sal en la herida,
sudor de un pueblo que trabaja
por un sueño que se deshace
como agua entre los dedos.
Este mar, esta arena, estas piedras, este sol, esta espuma
son fragmentos del espejo roto
donde nos miramos sin reconocernos.
Son mapa de fuga,
geografía del hambre,
topografía de la terquedad.
El Caribe no es solo latido:
es herida abierta,
frontera que no se cierra,
trampa y salida.
Es pueblo que sangra sin rendirse,
que perdona sin olvidar,
y que, desde el fondo del abismo,
escupe hacia el cielo
una ola de dignidad.