En medio de la oscuridad
de un fuerte invierno,
la luna parecía tan lejana,
y al mismo tiempo tan cerca,
cruzando las rendijas de mi persiana.
Un resplandor de luz entraba,
y en mi habitación
se encendía una fogata invisible.
Era como sentir un primer beso,
como el temblor de un instante
que enciende la pasión.
Si cada noche vinieras,
mi soledad se apagaría.
Yo te esperaría siempre,
día a día,
desde mi sombría habitación,
para que cautives mi alma
con la fuerza secreta
de tu seducción.