La billetera es un colador,
los billetes hacen maratón:
corren, se esconden, se van de tour,
y mi cuenta es un espectáculo sin guion.
El refrigerador susurra chistes fríos,
las facturas bailan claqué en fila,
mi tarjeta tiene más drama que yo,
y el cajero automático me mira con pena tranquila.
He pensado en un plan de película:
robo al banco del Monopoly, ¡zas!
pero solo en la pantalla de mi cabeza,
que ahí todo es cine y nada más.
Vendí un zapato a cambio de un beso,
negocié con el gato por una tostada,
hice un trueque con la vecina:
su empanada por mi plan de escapada.
El banco me envía cartas de amor (deudas),
yo respondo con memes y una canción,
pongo mis sueños en oferta, 2x1,
pero con descuentos de corazón.
Río porque el hambre no tiene sentido,
y porque la imaginación no paga recibos,
siempre hay un chiste barato en la cartera,
y una esperanza que cabe en un bolsillo.
Pensarlo está bien -reírse también-
pero la aventura ilegal la dejo en el cine,
mejor un plan creativo, un trueque o un café,
y si hace falta ayuda, pedirla es valentía que sigue.
Hoy brindo con vaso medio lleno,
por las ideas locas que solo pasan de visita,
que la crisis sea lección, no huésped constante,
y que mañana la suerte nos reciba con sonrisa elegante.
© Corazón Bardo