esa noche no fue poesía,
fue humo,
fue whisky barato
en vasos sucios.
fuiste tú
con tu risa rota
y tus medias negras
subiendo las escaleras
como si supieras
que ibas a matarme.
te besé sin permiso,
porque ya no había permisos
ni leyes,
solo un par de cuerpos
que se buscaban
como animales.
las sábanas eran campo de guerra,
mis manos temblaban
pero no por miedo,
sino porque ya sabía
que ibas a quedarte adentro
como la peor droga.
cada botón que arrancabas
no era cielo,
era caída,
era vértigo,
era un infierno dulce
del que no quería salir.
te fuiste después,
me dejaste colillas,
tu olor en mis dedos,
y la sensación
de que nadie me iba a tocar igual.
ahora apareces
en medio del ruido
diciendo que siempre fui tuyo.
no lo digas,
no ahora.
ya no hay bares para esperarte,
ni poemas para llamarte.
ya no hay cuerpo,
ni noche,
ni cama.
te me hiciste cicatriz.
y las cicatrices no se besan,
se recuerdan.
así que guarda tus palabras
y vete.
llegaste tarde
a mi desastre.