¡Un huracán de carne y fuego,
ya, casi no tiene nombre!
el delirio que arrastra a un abismo del goce,
y en cada milímetro de mi piel, un incendio late,
en la deseada caricia ya mi alma desata.
Su halo es el grito que desgarra la noche,
Es una sombra que me acecha, una locura que me roe,
un veneno que por mis venas corre.
Su voz, ese látigo que flagela y me exige
el pecado que ansío, la tentación que me rige,
y anhelo con la rabia de un volcán a punto de estallar,
con la sed de la bestia que no puede frenar.
Su recuerdo me mutila,
me consume y me devora.
¡Un amor sin rostro!
Dentro de la tormenta que me devora, ahora.