Espérame, amor… ‖
no con prisa ‖ ni con dudas,
sino con la luz serena ‖ de la esperanza.
Espérame… ‖
porque antes debo ser libre,
cerrar viejas heridas ‖ y dejar pasar las tormentas,
para poder llegar a ti ‖ con el alma limpia
y un corazón que solo desee ‖ honrar a Dios contigo.
Quiero servir al Señor ‖ de tu mano,
caminar a tu lado ‖ sin cadenas ni temores,
con la certeza ‖ de que el tiempo de la espera
es también oración ‖ que madura el amor.
No me asusta el calendario ‖ ni los años,
porque cuando el amor es verdadero ‖
la distancia se vuelve altar ‖ y no barrera.
Espérame… ‖
y deja que el tiempo prudente
sea nuestro aliado ‖ y no nuestro enemigo;
que la paciencia proteja el amor ‖
y lo haga más fuerte ‖ que el deseo de apresurar los días.
Y cuando por fin ‖ la libertad sea nuestra
y el silencio del pasado ‖ deje de doler,
buscaré tu mano ‖ entre la multitud,
y juntos, de rodillas, ‖ daremos gracias,
porque supimos esperar… ‖
y en la espera aprendimos ‖ a amar mejor.