Cuándo Estemos Viejos
Cuando estemos viejos y el tiempo haya suavizado nuestros rostros con sus arrugas, y las mañanas nos encuentren tomando lentamente el café en el balcón, mientras los pájaros cantan en el árbol que vimos crecer juntos en el jardín, y nuestras miradas se busquen sin necesidad de pronunciar ninguna palabra, recordando todas las aventuras que vivimos a lo largo de los años.
Cuando estemos viejos y nuestras piernas prefieran el sillón mullido y cálido, y las historias de antes se repitan como un libro favorito que nunca cansa, mientras afuera caen las hojas secas o la lluvia golpea suavemente el techo, y tu mano, tal vez un poco temblorosa, se apoye con confianza sobre la mía, sintiendo el mismo amor que ha sido nuestro refugio durante toda la vida.
Cuando estemos viejos y los inviernos se sientan un poco más largos y fríos, pero el fuego de la chimenea ilumine con destellos dorados tu sonrisa, y hablemos de aquellos viajes, de aquellos sueños que logramos cumplir, mientras la manta que tejimos juntos nos abriga en el silencio de la tarde, encontrando en la calma una felicidad profunda y serena que todo lo llena.
Cuando estemos viejos y la casa parezca demasiado grande y silenciosa, sin el ruido de los niños corriendo por los pasillos ni gritando en el patio, llenaremos cada habitación con la música de nuestra vieja radio favorita, y bailaremos despacio, como la primera vez, sin importar el paso perdido, porque nuestro corazón llevará el compás mejor que nuestros pies cansados.
Cuando estemos viejos y los amigos de antaño ya no estén para visitarnos, nos sentaremos en el porche a ver pasar los coches y saludar a los vecinos, inventando nuevos juegos para pasar las tardes y contarnos chistes simples, riendo como si fuéramos jóvenes otra vez, con esa alegría que no se apaga, disfrutando de la paz que hemos construido con tanto esfuerzo y dedicación.
Cuando estemos viejos y a veces la memoria nos juegue alguna que otra trampa, y olvidemos dónde dejamos las gafas o las llaves de la puerta principal, nos ayudaremos el uno al otro sin reproches, con paciencia y con cariño, porque lo único importante que nunca olvidaremos es nuestro gran amor, ese que ha sido la luz constante que ha guiado cada día de nuestro camino.
Cuando estemos viejos y lleguen los nietos con sus risas y sus juegos nuevos, llamándonos abuelos y llenando la sala con sus cuentos y sus ocurrencias, les hablaremos de cómo era el mundo antes, de nuestra juventud lejana, y les enseñaremos que el amor verdadero no termina, sino que crece y perdura, siendo para ellos un ejemplo de lo que es quererse con lealtad y para siempre.
Cuando estemos viejos, mi amor, prometo que cada amanecer será distinto, porque lo compartiré contigo, con la persona que eligió amarme siempre, y aunque el cuerpo nos pida descanso y las fuerzas ya no sean las de antes, nuestras almas seguirán danzando entrelazadas, llenas de gratitud inmensa, porque haber envejecido a tu lado será el mayor regalo que me dio la vida.
—Luis Barreda/LAB