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Soy tu Reina

El encaje negro abraza mi piel,
ligeros que sujetan el misterio,
y sé que tus ojos tiemblan
cuando mis senos rozan el filo de tu deseo.
Camino hacia ti con la certeza
de que no hay resistencia posible:
soy tormenta, soy condena, soy tu Reina.

Mi espalda se curva como arco
bajo el peso de tu mirada ansiosa;
mis caderas dictan sentencia,
se balancean lentas, perversas,
y cada movimiento mío
es un decreto de placer que te somete.
No hay huida: la jaula eres tú
y yo soy la llave que te consume.

Las ligas brillan como cadenas suaves,
te invitan a perderte en mis muslos,
a besar la frontera de mi piel ardiente,
a suplicar el acceso al infierno
que late húmedo entre mis labios.
Me inclino, te reclamo,
y mi respiración se vuelve mandato.

Desnudo cada prenda para ti:
el encaje se vuelve ofrenda,
la seda cae como ceniza en el suelo,
y mis senos se erigen como estandartes
de un templo que solo a ti se entrega.
Mis caderas, mi vientre, mi gemido…
todo conspira contra tu razón.

Yo soy el sacrilegio que deseas,
la reina vestida de pecado,
la boca que dicta plegarias oscuras
cuando mi lengua explora tu piel.
Te marco con mis uñas,
te esclavizo con mi espalda arqueada,
te condeno con cada jadeo
que vibra como campana en la penumbra.

Y aunque el mundo se hunda,
aquí estoy, insaciable, invencible, tuya.
No soy salvación ni promesa,
soy castigo y gloria,
soy la corona que te hiere
y el abismo donde mueres de placer.
Reinaré sobre tu cuerpo deshecho,
con encaje, con furia, con lujuria,
porque naciste para ser mío,
y yo… para ser tu Reina oscura.

 

 

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