Obed Sahi Hernández Pérez

Junio

Hacían días de nada,
hacían días
así, sin ganas.
Era el calor insoportable,
más que el hambre,
era solo existir:
existir para drogarse.

Manos adheridas al encendedor
incesante;
el disfrute artificial,
la cercanía,
la complicidad,
el deseo sexual.

Tanto en un espacio
de menos de cuatro por cuatro
para cuatro
y más: 
variables.

Junio nos trajo todo,
menos cigarros.
Éramos
la promesa de la destrucción,
inalcanzables.
Por un mes
nadie supo de preocupaciones.

Nos regocijábamos en la miseria
y en la locura,
casi siempre en privado,
a veces en la vía pública.
Así también era la invitación
a quien trajera tributo.
Y nunca duraba el día.

Junio terminó.
Con nosotros acabamos nosotros.
A la frágil hermandad de los adictos
puede solo la droga.
Nos fuimos a las horas,
no recogimos más que memorias.

Unos huyeron,
algunos estamos,
otros siguen,
y otros murieron.