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La pantera rosa y el inspector

La Pantera Rosa camina en silencio, como si el mundo entero fuera un escenario pintado para ella. No habla, no explica, no discute. Le basta un gesto, un movimiento sutil, para transformar lo cotidiano en absurdo. A veces pinta una puerta donde no la hay, otras se esconde detrás de un cuadro y desaparece, y siempre lo hace con esa calma elegante que desconcierta.

El Inspector, en cambio, es el contraste perfecto. Torpe, obstinado, lleno de planes que se derrumban antes de comenzar. Su bigote francés se eriza cada vez que promete atrapar a la escurridiza pantera, pero lo único que consigue atrapar es a sí mismo: en redes mal lanzadas, en trampas que se activan solas, en caídas tan inevitables como cómicas.

El mundo se convierte en una persecución infinita. El Inspector corre tras la sombra rosa con un cuaderno lleno de estrategias imposibles, y la Pantera, con un movimiento pausado, desmonta cada intento sin siquiera despeinarse. Él tropieza con un pozo abierto, ella observa desde arriba y sonríe. Él choca contra una pared recién pintada, ella sostiene la brocha aún goteando. Él cree tener la victoria al alcance de la mano, y al instante siguiente se encuentra atrapado en su propia trampa.

Todo parece terminar como siempre: con el Inspector lleno de polvo, el bigote torcido y la pantera alejándose tranquila. Pero, en un último intento desesperado, el francés saca un invento descomunal: una máquina inmensa, llena de botones, cables y palancas, que promete capturar a la pantera de una vez por todas. Con gesto solemne la activa… y la máquina empieza a pitar, a vibrar, a girar sobre sí misma como si no entendiera qué hacer.

La Pantera observa, ladea la cabeza y, con una calma infinita, toca un solo botón. El aparato estalla en humo, confeti y fuegos artificiales que iluminan el cielo. El Inspector sale disparado por los aires, gritando un “¡Oh là là!” que se pierde en la distancia. Y la pantera, imperturbable, enciende un cigarrillo imaginario y sigue caminando como si nada hubiera pasado, con el jazz suave de fondo marcando el paso.