Navegando entre las sombras
se encuentra un amor perdido,
poque un corazón ingrato
de cardos llenó el camino.
Lo mismo que triste alondra
que vuela sin rumbo fijo,
en su aleteo se escucha
de sus penas los suspiros.
Llenos de gran ilusión
sus versos tenían brillo;
con esa luz que parece,
del cielo, regio solsticio.
Pero el duro corazón
a sus sueños negó abrigo;
y hoy camina en su silencio
igual que lirio marchito.
Autor: Aníbal Rodríguez